Esta imagen de los jardines de Montmartre en 1888 se exhibió en el llamado “Salón de los Independientes”, una exposición de jóvenes artistas que cuestionaron los cánones clásicos de la pintura. Para entonces, el propio artista ya estaba viviendo en Arles. Los paisajes de Montmartre de Van Gogh fueron recibidos favorablemente por el público.
Por ejemplo, el escritor simbolista Gustav Kahn, amigo de Sulphur and Signac, en un artículo para la revista Andepan-dant, señaló que Van Gogh tenía una gran fortaleza.
De hecho, Van Gogh de forma fácil y rápida, con la ayuda de pequeños toques del pincel, crea un paisaje increíblemente expresivo. El cielo está brillando con tonos de colores gris azulados que transmiten fácilmente las sutilezas de la iluminación, lo que parece como si se estuvieran ahogando en una bruma azul. El primer plano, con la imagen de la vegetación del jardín rodeada por caminos trillados, está lleno de un mosaico claro y disperso de trazos rojo ocre, amarillo, azul y verde.
Van Gogh eligió un lienzo inusualmente grande para la pintura, su altura era de 100 centímetros. El artista sabía que las pinturas tan grandes prácticamente no se vendían, pero esperaba que fuera del tamaño que hiciera que el espectador le prestara atención y comprendiera que la obra estaba llena de luz y alegría.