En la imagen del artista inglés “Factory in London” vemos el edificio y el patio de la antigua fábrica. Escrito en tonos gris verdosos, el paisaje deja una impresión bastante sosa. Los fragmentos de vidrio se dispersan alrededor del borde de la pared de ladrillo para evitar que ingresen personas de afuera a la fábrica.
No se ve nadie en el patio, solo se pueden ver pequeñas ventanas de personas en las ventanas.
Allí, dentro del edificio, todo sigue como de costumbre: las máquinas funcionan, entregan los productos terminados al transportador, las ganancias del maestro se cuentan en las facturas. Involuntariamente, una comparación con una máquina, ciega y sin alma, que en el estruendo de sus mecanismos no se da cuenta de cómo mata la salud y la vida de las personas que trabajan en ella, viene a la mente. Todos los días vienen a trabajar de la mañana a la tarde, sin darse cuenta de que se han olvidado de cómo sonreír, de que la juventud se va y de la tristeza, como la propia fábrica.