El maestro de Siena, Ambrogio Lorenzetti, creó este altar, del cual solo nos llegó la parte central, para la Catedral de Siena. El interior gótico de la iglesia (la acción en Lorenzetti se lleva a cabo en la catedral, para la cual estaba destinado el altar) se combina con esculturas “antiguas” en la fachada, por ejemplo, con genios alados que sostienen la guirnalda.
La solemnidad de la escena se destaca por los colores brillantes y sonoros de la vestimenta y los elementos de la arquitectura, y con este alto humor en detalle, maravillosamente escritos detalles: la túnica del sumo sacerdote, las palomas sacrificatorias en su mano, los capiteles de las columnas, el mosaico que adorna la iglesia.
El anciano Simeón tiene al Niño Jesús en sus brazos y profetiza de Él con temor, pero María, al escuchar sus palabras, está triste y absorta en sí misma. Todos los demás personajes que escuchan al anciano también están dotados de sus emociones. Este deseo de expresar los sentimientos de las personas representadas, de escribir sus figuras de una manera bastante voluminosa fue un signo indudable del Renacimiento que se aproxima.