Toda la energía, expresividad de la pintura de Bacon, está en la escultura, en los cortes de formas, en una peculiar mezcla de colores, el flujo de lava. La deformación está asociada con la fluidez, que en la pintura de Bacon parece ser natural y necesaria. De esta manera, Francis Bacon pintó un retrato de Lucien Freud, uno de los mejores maestros modernos en el campo de la pintura figurativa.
“Freud se distingue por su seriedad en la misión del artista, diseñada para capturar los gritos del alma y el sufrimiento de la carne que se desvanece, haciendo que el espectador llore y se horrorice…”, los críticos escriben sobre Freud y en esto convergen dos artistas. Pero la pintura de Lucien Freud es, después de todo, más comprensible, más constructiva y aceptable para una amplia gama de amantes del arte que no están orientados hacia el carácter agresivo de la expresividad de Francis Bacon.