La asombrosa artista Lovisa Korinta fue guiada por una historia que dictaminó su suerte, tanto durante su vida como después de la muerte. Estando a la vuelta del impresionismo y el expresionismo, el maestro fue capaz de crear su propio estilo y, con confianza, seguirlo obstinadamente.
En la segunda mitad del siglo XIX, cuando las pinturas de estilo Biedermeier con escenas de género agradables y sin pretensiones dominaron en Alemania, la visión de Corinto fue audaz, desafiante y contraria a la estética generalmente aceptada.
Presentó la pintura “Harem”, el ejemplo más claro de las aficiones del artista. Los investigadores señalan que el interés de Corinto en el cuerpo desnudo se originó en los años de estudio en la Academia de Artes, en particular, gracias al maestro y al artista no muy fuerte Otto Gunther. Maestro continuó mejorando en esta área en París.
Al observar la imagen, el naturalismo del trabajo llama la atención de inmediato: todos los cuerpos de las mujeres se descargan con tanto cuidado que parecen estar en ese rostro inestable donde la belleza se trasladará a otra área donde la belleza “desaparece” por sí misma. Sin embargo, de la manera más sorprendente, esto no sucede: el espectador tiene una curiosidad extrema por las cifras demostradas con franqueza.
Cuatro mujeres desnudas, iluminadas con colores brillantes, contrastan marcadamente con una figura oscura y “demoníaca” con un bastón: un guardián del harén vestido con ropa holgada. Corinto amaba a las mujeres, reconociendo en ellas la belleza única, esto explica la frecuente atracción del maestro a este género.