Durante su carrera, Gauguin creó más de un autorretrato, y cada una de sus obras en este género lució un poco de originalidad e innovación. Se inició un autorretrato con sombrero en Tahití, pero el pintor ya realizó los últimos retoques finales en París.
El mismo Gauguin retratado en el retrato casi en un medio perfil: las cejas levantadas, mira hacia otro lado, la barbilla volitiva obstinada. Pero no solo la figura del artista atrae la atención de los conocedores del pintor, sino también el fondo en el que se pintó. Sin ninguna dificultad, puedes ver una de las pinturas más famosas del maestro: “El espíritu de los muertos no duerme”. Sin embargo, un ojo atento se dará cuenta de inmediato de que Gauguin da esta obra en una imagen de espejo.
En el lienzo original, la cabeza de Tehury se encuentra en el lado derecho, mientras que en el autorretrato vemos la silueta de una niña cuya cabeza descansa sobre una almohada desde la izquierda.
Al pintor le gustaba mucho esta técnica: “recordar” en los nuevos trabajos ya creados lienzos, sin centrarse nunca en citas precisas. La mayoría de las veces, el artista muestra solo un fragmento de los lienzos ya familiares.
Técnicamente, Gauguin sigue su propio estilo: los colores puros dominados por líneas puras y claras dominan el trabajo. La presencia de patrones brillantes como elementos de color también es característica de casi todos los lienzos del autor.
En el lienzo, el pintor mismo aparece ante el espectador como una especie de indiferencia e incluso alerta. De hecho, el destino de Gauguin en este segmento de la vida difícilmente puede ser envidiado: la salida de la Polinesia y la decepción en esta región, la ruptura con la embarazada Tehuru, la difícil relación con Anna Yavanskaya, la muerte de su amada hija por neumonía, la crítica constante y la incomprensión del público.
Gauguin se queda brevemente en Europa. Después de un par de años, regresará a Tahití y luego se mudará a las Islas Marqués, sin encontrar paz, ni felicidad, ni reconocimiento en el continente.