Ante nosotros hay una pintura del artista inglés Lucien Freud “Queen Elizabeth II”. Entre mayo de 2000 y diciembre de 2001, Freud pintó un retrato de la reina Isabel II. El trabajo fue criticado por la prensa británica, pero, sin embargo, se expuso en el Royal Painting Assembly.
El retrato es indiscutible, veraz.
Los trazos ásperos, como un tiempo despiadado, modelaron la edad de la reina, modelaron el rostro imperioso de una mujer de setenta y cinco años que había perdido el atractivo por mucho tiempo. Imágenes de personas reales en todo momento, escribieron los artistas, embelleciendo la naturaleza posible por razones comprensibles. Freud no luchó por la belleza, sino que logró transmitir lo principal: majestad real, raza, fe inquebrantable en su destino más alto.