Esta foto es una de las primeras obras maestras de Bellini. El centro de la composición es la figura del Cristo arrodillado. Abajo, el espectador ve a tres discípulos dormidos del Salvador: Peter, James y John. Deberían haberse quedado despiertos, pero se quedaron dormidos.
El amanecer se eleva en el cielo, prefigurando el final de una larga noche y el comienzo de un nuevo día: el día de la antorcha del Señor.
Contra el fondo de las nubes, el artista representó a un ángel que sostenía un cuenco en sus manos. Esta copa de sufrimiento, la expiación por los pecados de la humanidad, el Salvador debe estar borracho hasta el fondo. En el camino, un destacamento de soldados romanos liderados por Judas ya está avanzando hacia el arresto de Jesús.
El paisaje circundante corresponde a los detalles mencionados en la Biblia y, al mismo tiempo, ayuda al artista a transmitir el sonido emocional necesario a toda la escena. El sol naciente pinta los bordes de las nubes con reflejos rosáceos y llena toda la escena con luz dorada, lo que indica que una noche aburrida de cegamiento espiritual está detrás. Se acerca una nueva era de salvación y esperanza.
Bellini fue uno de los primeros artistas italianos del Renacimiento, comenzó a utilizar el paisaje para realzar el sonido realista de la imagen. Los sinuosos caminos que se alejan en la distancia llevan al espectador a una ciudad italiana extendida en una colina, cuya vista permite al pintor enfatizar la universalidad y la importancia atemporal del evento descrito.
El paisaje cuidadosamente pensado ayuda a Bellini a obtener la iluminación de escenario que necesita y, por lo tanto, a crear el ambiente necesario. El paisaje en la imagen de Bellini está lleno de la luz del amanecer. Los tonos aquí varían desde fríos y transparentes en el fondo hasta cálidos, dorados en el primer plano.
Se cree que Belini, el primer artista italiano en pintar el amanecer basándose en observaciones directas de la atmósfera, ha estado trabajando en Praying for the Bowl.
El historiador del arte Paul Hills señala “la plasticidad inusual de las formaciones de piedra y las colinas representadas por Bellini”. Dibuja una curiosa analogía entre este paisaje y los productos de los maestros de vidrio soplados venecianos del siglo XV. En particular, Hills recuerda el llamado “vidrio de calcedonia”, con el cual los vidrieros imitaban varias piedras, y comparaban con él las formas suaves y aparentemente “evisceradas” del paisaje de Bellini.