La primera obra a gran escala del artista alemán con raíces judías, Max Lieberman. El lienzo provocó una reacción ambigua: el maestro Lieberman le dijo a su alumno que no tenía nada más que enseñarle, el público temblaba de disgusto, al ver un trabajo tan meticulosamente duro, los críticos elogiaron la técnica y el público recompensó el cliché: Lieberman es un artista que pinta una monstruosidad. A pesar de la indignación de sus contemporáneos, muy pronto el lienzo se vendió por una cantidad muy decente.
¿Qué es lo que atrae al espectador en esta imagen, qué maravilla encuentran los admiradores de Max Lieberman en su arte de este período? Impresionante es el realismo de la trama: el maestro ilustra el trabajo ordinario de arrancar gansos con todo el realismo, sin romantizar este proceso, sin inclinarse a la compasión o el sentimentalismo, encontrando en estas sencillas tramas su estética y dignidad.
En el lienzo, vemos a personas en el crepúsculo de la sala de trabajo, habitualmente dedicando tiempo a su trabajo: sus movimientos son lentos, llevados al automatismo, sus caras son tranquilas e incluso aburridas. La obra se ejecuta en colores oscuros, la técnica de la interpretación es claramente legible, peculiar a la pintura histórica, al naturalismo.
Esta obra se escribió en el período inicial de la obra del artista, antes de que su viaje a Francia estuviera todavía muy lejos. Pero ya en esta obra de un maestro, destinado a convertirse en el representante más importante del impresionismo de origen no francés, se leen la rebelión y la innovación: quería escribir de manera honesta y libre.