Un retrato de uno de los modelos favoritos del artista demuestra la preferencia que Delacroix le da al arte clásico, lo que dejó una huella indeleble en las obras tempranas y maduras del artista.
La composición estricta, la imagen plástica del desnudo y el color recuerdan el estilo de Jacques-Louis David, con el que Delacroix fue presentado por el discípulo del maestro Pierre Guerin.