Madonna Tempi fue creada por Rafael en los años 1507-1508, hacia el final de su estadía en Florencia, entre sus otras famosas imágenes de la Madre de Dios. Pero si en algunos se pueden observar los ecos de la influencia de Leonardo, a quien Rafael conoció y visitó en su taller, entonces Madonna Tempi descubre una solución completamente original de la imagen, que no tiene precedentes en la pintura. Quizás, sin embargo, la composición se inspiró en parte en los relieves de Luca della Robbia y Donatello.
Es difícil describir el encanto de la idea del artista, que vio a una modesta y dulce joven madre caminando con un niño a lo largo de las manos a lo largo de un lago en un valle rodeado de montañas bajas. El cielo azul claro, siendo el fondo, y el aire limpio y limpio que recorre al encantador grupo, crean la impresión de un hermoso día de verano cuando el bebé puede estar desnudo y calentado no solo por las manos de la madre, sino también por el aire cálido y suave.
“Madonna Tempi” expresa plenamente la imagen de una madre amorosa y cariñosa. La Virgen María presiona suavemente al Hijo hacia ella, su mirada está fija en el niño, que giró su cabeza hacia el espectador, como si nos atrajera a esta escena profundamente personal. El ligero velo de María, representado con pinceladas energéticas, muestra la creciente habilidad y libertad de Rafael de una manera pictórica que en sus trabajos anteriores.
La impresión más fuerte de esta composición es que las dos figuras dan la impresión de un solo grupo. Nada en la imagen distrae la atención de la contemplación de una pareja hermosa, ni una franja estrecha del paisaje circundante, ni un cielo despejado en el fondo. Tradicionalmente, la capa azul de Madonna y su velo claro parecen ondearse con una brisa ligera.
La decisión de color de este trabajo enfatiza la idealización de Rafael de este tema; en general, presentó hábilmente al espectador con una ilustración de la tierna relación entre madre e hijo.
La pintura lleva el nombre de los propietarios, la familia florentina Tempi, por quien Ludwig I la adquirió y de los descendientes en 1829. La pintura “Madonna Tempi” no solo sucedió al joven Rafael, sino que mostró la posibilidad de encarnar el ser natural de la imagen en el lienzo, combinando sorprendentemente el principio de idealidad y vitalidad de la imagen.