A principios de diciembre de 1888, Van Gogh comenzó un par de pinturas colgantes con las sillas de Gauguin y las suyas. Estas imágenes no son solo bodegones, sino más bien iconografías, que recuerdan el uso alegórico de motivos en los bodegones holandeses del siglo XVII.
La llama de una vela, por ejemplo, es común a él, y simboliza la luz y la vida. Estas pinturas también son retratos indirectos. En la silla de Gauguin, Van Gogh colocó dos libros que pueden ser reconocidos por el color de sus portadas como novelas francesas modernas.
En su silla, puso el teléfono y la bolsa, y en el fondo hay bombillas brotadas. La silla de Gauguin es una escena nocturna, y su propio día.
Hay otro subtexto en este par de pinturas. En 1883, Van Gogh le contó a su hermano la historia que leyó sobre el escritor inglés Charles Dickens y el ilustrador Luke Fildes. Cuando Dickens murió, Fildes hizo un dibujo que se imprimió en The Graphic, una edición ilustrada cuyos grabados fueron recopilados por Van Gogh.
La imagen mostraba la oficina de Dickens y ahora la silla estaba vacía. Van Gogh le explicó a su hermano lo que esta imagen significaba para él. Lo vio como un símbolo de la pérdida de los grandes pioneros de la literatura y la ilustración gráfica a través de la muerte.
Además, estas personas, especialmente los artistas que crearon las imágenes que acompañan e ilustran la literatura moderna, trabajaron, como creía Van Gogh, con un solo espíritu.
Su comunidad artística y sus esfuerzos comunes proporcionaron a Van Gogh un modelo para su propio sueño de una nueva asociación de artistas, basada en el “Estudio del Sur”, que se fundó tras la llegada de Gauguin a Arles.