En 1872, A. Sisley trabajó más a menudo en uno de los suburbios de París, donde escribió tres paisajes, incluido el “Pueblo de Villeneuve-la-Garenn”, una de sus mejores obras. Hasta hace poco, esta imagen se llamaba “Aldea a orillas del Sena”. La peculiaridad de esta imagen radica en la combinación de las técnicas del impresionismo temprano con el esquema compositivo clásico, que implica “escenas” y un primer plano sombreado.
El artista rechaza las perspectivas espectaculares, reemplazándolas con una disposición paralela de los elementos de la imagen. El marco oscuro da lugar no solo a la sensación de profundidad: gracias a él, la suave luz del sol que inunda la orilla opuesta se vuelve más cautivadora. Y todo el cuadro parece especialmente sincero precisamente por su increíble belleza.
El lienzo evoca la imagen del propio A. Sisley, tal como lo vieron los habitantes de estos territorios. Trabajó a la sombra de los árboles, sin darse cuenta de los transeúntes que se detuvieron detrás de él. En el “Pueblo” no hay efectos artísticos deliberados. La composición se construye de manera muy simple: el río fluye paralelo al borde del lienzo; detrás, también en paralelo, se extendía la orilla opuesta, en la que se alineaban en fila dos casas de dos pisos.
En la brecha entre ellos se puede ver una calle tranquila del pueblo. Este punto de vista transporta la profundidad del paisaje precisamente porque el espectador ve todo lo que ve a través de la brecha entre los troncos de los árboles en primer plano. El bote se quedó inmóvil en el río.
La sombra de la superficie del agua parece verde, aunque el reflejo del cielo hace que el agua se vuelva azul. En la ladera de la costa, entre la hierba verde y fresca, corre por los senderos amarillos. El denso follaje sombreado de los árboles, a través del cual solo unas pocas manchas cálidas de la luz del sol caen sobre el césped, enmarca el cielo pálido.
Y, de repente, entre casas igualmente brillantes, el extremo rojo de la casa brilla alegremente al sol.