La imagen del antiguo héroe sirvió como escultor para encarnar los ideales morales desarrollados por el pensamiento educativo del siglo XVIII: Kozlovsky retrató la educación de la firme voluntad de Alexander, a la que se opone a dormir. Al mismo tiempo, el escultor glorificó el amor de su héroe por la iluminación: cerca de él, el rollo de la Ilíada es evidencia de gusto y educación.
El motivo original de la trama, elegido por el escultor, es bastante consistente con las tendencias moralizadoras que se desarrollaron en su obra de la década de 1780. Al crear una estatua, Kozlovsky muestra una poderosa figura de un guerrero en reposo, lleno de vitalidad. Su paz majestuosa está impregnada de una preparación interna para un movimiento rápido.
Este trabajo es muy característico del pensamiento artístico de Kozlovsky, que los contemporáneos compararon con el gran Miguel Ángel.