En 1909, Gustav Klimt decidió pintar otra foto con la hermosa Judith. La primera vez que la retrató en su pintura “Judith y la cabeza de Holofernes”. La primera imagen no fue la mejor crítica, pero el artista decidió escribir otro lienzo con la misma trama.
Esta imagen está escrita en el mismo estilo, saturada de erotismo.
En la pintura “Judith II”, Klimt muestra cuán fuertes pueden ser las mujeres frágiles. En aquellos años, cuando se creó este trabajo, Gustav era el amante de Adele, Bloch-Bauer, y fueron sus rasgos los que se encuentran en la heroína de esta imagen.
Klimt no se entregó a las malas críticas y escándalos generados por su primera versión de Judith, que ofendió tanto a los representantes de la comunidad judía como a los cristianos. Esta vez decidió no hacer una leyenda para esta imagen, esperaba que todos entendieran quién está representado en este lienzo. La imagen anterior estaba enmarcada en un hermoso marco con un grabado de su nombre.
Debido a la falta de un nombre, la gente decidió que esta mujer no era Judith, sino Salomé, que baila para Juan el Bautista. Los contempladores de la imagen tuvieron que soportar mucho tiempo y esperar, y cuando se les mostrará su nombre real. Muy a menudo, esta obra conocía el nombre de Salomé, pero cuando la gente aprendió que la pintura representa a Judith, una doncella piadosa, una salvadora, una vez más representada por Klimt de una manera viciosa, el calor y la agresión volvieron a desaparecer en la sociedad.
Klimt nunca discutió sus pinturas, así como su vida. Aparentemente, confiaba en cada uno a su manera de interpretar los detalles de las imágenes, así como su trama. Sigue siendo un misterio lo que Klimt vio en común entre la verdadera Judith y las imágenes que creó para ella.