Van Gogh a menudo abordaba el tema de las flores. En sus naturalezas muertas, el artista intentó experimentar con el color, realzando sus matices y llevando al máximo la expresividad de las combinaciones de colores.
En este bodegón, escrito en 1886, Van Gogh pintó gladiolos. Su color rojo brillante y saturado destella sobre un fondo verde oscuro, y las hojas largas se dirigen hacia arriba con flechas. Un hermoso jarrón de cerámica con un intrincado patrón blanco destaca sobre el fondo oscuro general, que atrae inmediatamente la atención del espectador.
Unos pequeños asters blancos están un poco perdidos entre los exuberantes gladiolos. Algunos de ellos son arrojados sobre un mantel amarillo-naranja brillante. La pared verde tiene un tono cálido, pero el verde de las flores en su fondo no se pierde.
Los reflejos verdes son visibles tanto en el mantel como en los ásteres abandonados en él.
El bodegón a primera vista reconoce la escritura pictórica de Van Gogh. La estructura de color completa de la imagen se basa en una combinación brillante y contrastada de colores opuestos. Sin embargo, esta combinación no parece llamativa.
Colores aparentemente incompatibles debido al don colorista del autor coexisten muy armoniosamente en esta naturaleza muerta, complementándose y reforzándose mutuamente.
Tanto el esquema de color como la forma de escribir esta imagen son muy tensos y enérgicos, conlleva toda la intensidad de los sentimientos que Van Gogh trató de transmitir.