Una muestra de la poderosa pintura tonal de la ribera. La Biblia cuenta sobre el Patriarca del Antiguo Testamento Jacob, quien en el camino a Mesopotamia se quedó dormido en el desierto y tuvo un sueño profético. Jacob soñó con una escalera que tocaba la tierra en un extremo, mientras que el otro partía hacia el cielo, los ángeles ascendían y descendían sobre ella.
De pie en la cima de la escalera, el Dios de los Ejércitos determinó el futuro destino de Jacob como el antepasado de las “doce tribus de Israel”. Esta historia bíblica atrajo la atención de los pintores europeos, pero su imagen, incluso si se limitaba a la “escalera de los ángeles”, parecía exagerada y artificial. Ribera lo decidió a su manera, con audacia y sencillez.
El santo, un joven y cansado viajero de tipo campesino, duerme en un terreno pedregoso en medio de un paisaje quemado por el sol.
En lugar de la noche venidera reina la luz dispersa del espacio abierto. Casi dos tercios de la composición está ocupada por el cielo en el movimiento de las nubes, nubes que se han desplazado, se rompe en azul. Sobre la misma cabeza de Jacob, una brillante y brillante banda se extiende en diagonal sobre el cielo, y las figuras de los ángeles, como si fueran coágulos del mismo resplandor, se funden en ella. El viajero no solo superó la bruma de calor del día, que se acercaba al atardecer.
El sueño de Jacob es exaltado, lleno de ser derramado alrededor de la paz divina.