La Biblia no dice que los antepasados fueron expulsados del paraíso por un ángel: Dios “expulsó a Adán y colocó querubines y una espada de fuego en el este del jardín del Edén”. La interpretación tradicional de la trama, inherente al arte medieval, se mantuvo en la época del Renacimiento temprano.
Mira la asombrosa “Anunciación”, escrita alrededor de 1434 por el artista florentino Monje franciscano Fra Beato Angelico. Cuando el espectador aparta la vista del ángel de alas doradas y lo escucha con reverencia a la Virgen María, observa en la esquina superior izquierda de la imagen la escena del exilio del Paraíso casi fusionándose con el paisaje.
Fra Beato Angelico, artista de la paz y la iluminación, esta escena no es tan dramática como triste. El ángel no arde de ira, no levanta beligerantemente su espada. Casi paternalmente puso su mano en el inconsolable hombro de Adán, no expulsándolo, sino como si con simpatía desenganchara a la pareja pecadora de las puertas del Paraíso. En el primer tercio del siglo XV.
Paralelamente a lo canónico apareció un nuevo enfoque a la imagen de los progenitores.
Hubo una ruptura gradual de la cosmovisión medieval: los humanistas reclamaron nuevas ideas sobre la naturaleza, sobre el hombre y su lugar en el mundo, y las imágenes de Adán y Eva comenzaron a interesar a los artistas mismos, no solo como la encarnación del pecado original.