Esta obra, como muchas fotografías del período inicial, está dedicada a la escena de la vida campesina. En su diseño y composición, se hace eco de los “recolectores de oídos” de Jean-François Millet. El trabajo de este destacado artista del siglo XIX tuvo una gran influencia en el desarrollo artístico de Van Gogh, ya que sus ideales y opiniones sobre el tema de la vida campesina eran muy similares.
La mayor parte del lienzo, el artista asigna el cielo, pintado en colores cálidos de la puesta del sol, que por encima pasan a los tonos rosa verdosos de la neblina de la nube. El sol ya se ha puesto, y el paisaje está iluminado por sus últimos rayos. Sin embargo, dos figuras de mujeres campesinas permanecen oscuras, sin rostro y sin nombre, completamente al margen de la luz.
Se encuentran relativamente cerca del punto desde el cual se pintó el paisaje, pero al mismo tiempo se asemejan a dos estatuas monumentales, que se elevan en algún lugar en el horizonte.
El color con el que están escritas las mujeres no es diferente del color del suelo sobre el que se colocan, por lo que parecen estar encarnadas en el suelo, convirtiéndose en uno con él. Van Gogh ha usado repetidamente tales métodos para mostrar la verdad de la vida campesina, su inseparable vínculo con la naturaleza y la tierra que los alberga y alimenta. Las vigas de la puesta del sol iluminan ligeramente el arado que se encuentra cerca de las mujeres campesinas y colorean los montículos de la tierra arada en cálidos tonos ocres, rosados y marrones.