El rito de la circuncisión habla de un evento ritual que ocurre en la vida de cualquier niño judío. Aquí vemos a un sacerdote que sostiene a un pequeño y adorable Jesús en su regazo, que inclinó la cabeza y nos miró inquisitivamente, esperando que tocara el cuchillo. ropa, y María, que no participa en el rito, mira al bebé con compasión, mientras más agitado, San José se lleva la mano al corazón.
Barocci es emocional, pero el nivel de trabajo es tan alto que estas emociones no hicieron que la imagen fuera demasiado dulce. La tensión emocional de la imagen también se debe a la brillante combinación de colores. Un pastor con un cordero, un símbolo de sacrificio, observa cómo el médico presiona un pedazo de tejido en el pene del niño.
La intensa atención del pastor contrasta con la indiferencia del niño, que señala un punto de sangre y un cuenco donde flota el prepucio cortado. Aunque muchas personas participan en la acción, la imagen crea una sensación de espacio libre y silencio.
Los colores claros y brillantes enfatizan la importancia de la operación y, posiblemente, el dolor inevitable que trae. La línea que va de José a María y más allá del doctor a Cristo y al sacerdote lo envuelve a los ángeles y vuelve a bajar, cerrándose en un anillo.
Otro anillo se forma debajo, conectando una maravillosa naturaleza muerta, las figuras del cirujano y el niño, así como el cordero del sacrificio. Ambos anillos se intersecan en el centro, en la figura del bebé, e inevitablemente atraen nuestros ojos allí.