Menos de un año después de la creación de su famoso “Cristo amarillo”, Paul Gauguin aborda nuevamente este tema, escribiendo un autorretrato en el contexto de esta imagen filosófica.
Al estudiar el trabajo del maestro, uno puede notar su implacable búsqueda de una nueva interpretación del género habitual, combinando y mezclando varias características estilísticas. En esta serie, es suficiente recordar su naturaleza muerta con el perfil de Charles Laval o el autorretrato en el estilo de “Miserable” Hugo.
El autorretrato con Cristo amarillo se puede atribuir a la obra que combina el género del autorretrato, las escenas domésticas y la pintura religiosa.
Los investigadores de la vida y obra de Gauguin señalan que muchos de sus autorretratos, especialmente aquellos que explotan temas religiosos en un grado u otro, son una especie de alegoría que demuestra la soledad espiritual y el tormento interior del pintor. Gauguin se ha retratado repetidamente a imagen de Cristo, y en esta obra se encuentra a su lado.
Aquí el rostro de Gauguin es severo y enfocado: ojos atentos, barba estrecha, bigote. El espectador, involuntariamente, comienza a comparar el rostro del artista con el rostro de Cristo en amarillo, mientras encuentra obvias similitudes.
Como es impresionista, ¡deja un poco de pistas perceptibles y lecturas dobles! Y ahora, mirando este autorretrato, muchos pueden ver implicaciones ocultas: el artista impresionista está condenado al martirio y vagando como un Cristo.
Como es habitual en la pintura de Paul Gauguin, hay una paleta brillante, el predominio de los colores puros y una línea clara. Tal esfuerzo por la decoratividad y la brillantez con el transcurso del tiempo solo aumentará, especialmente en los exóticos lienzos polinesios.