Detrás del ruidoso carnaval, lleno de colores, bailes y canciones, el maestro vio algo de vacío y tristeza. Solo hay que echar un vistazo fugaz a la imagen, ya que queda claro que ninguno de los que aparecen en el lienzo sonríe. La ciudad, que desempeña el papel de fondo, como una decoración engorrosa, impide que los actores jueguen.
La gama de colores es pesada y sombría. El espectador siente calor, frenando la acción festiva. Los participantes parecen realizar un trabajo duro, que no pueden rechazar.
El maestro pintó una imagen no de la vida, sino de la memoria, utilizando fotografías. De ahí la extrema precisión en la imagen del “puente de los suspiros”, tal precisión no es característica para el maestro de la pintura. Hace que el fondo sea aún más sin vida y seco.
Colorear la imagen a primera vista es ilógico. Algunos colores se ven “al azar”, violando la armonía de la gama de colores. De hecho, este enfoque al elegir los colores solo refuerza la impresión de una atmósfera de carnaval pesada y completamente infeliz.