El lienzo horizontal se divide en dos partes desiguales. Los colores de la imagen están dominados por tonos ocres. La mitad derecha del lienzo es el espacio soñado.
Allí, el azul se agrega a los tonos ocres rojizos, dando a este fragmento su volumen y profundidad.
Antes de que el espectador abra un paisaje típico del sur: montañas en la distancia, casas hogareñas, camino de tierra polvoriento. En el camino, hay una mujer con restos de un traje de baño azul o una blusa. No hay otra ropa en la mujer.
El espectador la ve desde atrás: nalgas desnudas, pelo enmarañado, aleteo en el viento.
En el fondo se ve una figura más femenina: en la ropa, en un sombrero. El lado izquierdo de la imagen es una alegoría del sueño como un fenómeno. El fondo es un muro enlucido desigual.
Donde el yeso se ha desprendido, se puede ver el ladrillo. En algunos lugares, las uñas están clavadas en la pared y trozos de tela rasgados en trapos, ondeando en el viento, se cuelgan de las cuerdas. Uno de estos trapos está presente inmediatamente en ambas mitades del lienzo.
El viento une ambas partes de la composición: el pelo de la mujer y las cintas de tela, arrancadas de su ropa, ondean en la misma dirección que los parches en el lado izquierdo de la imagen.
En primer plano vemos una figura masculina doblada. Un hombre se arrodilla en una pose forzada y restringida. Sus manos están cruzadas sobre su pecho, su cabeza está abajo, su cara no es visible. En su cabeza hay una gorra con una visera, decorada en la parte superior de una carcasa de pollo.
Detrás del hombre, con una mano en el hombro, hay una mujer alta, majestuosa. Ella tiene formas magníficas, sus caderas están cubiertas con una tela delgada, sus senos están expuestos. En lugar de la cabeza, esta criatura está coronada con algo parecido a una esponja de mar.
Estos dos están brillantemente iluminados, sus sombras se destacan claramente en la pared.
Desde el abdomen de un hombre, desde debajo de sus brazos cruzados, una cinta de tela roja se extiende hasta la siguiente ubicación, en el espacio del sueño. Allí, ella cuelga hasta el suelo, recogida por un soporte de muleta bifurcada, el atributo favorito de Dalí. La imagen no está impregnada incluso con el erotismo subyacente, sino manifiesto y abierto.
La cinta, lanzada de una parte del lienzo a otra, de hombre a mujer, es interpretada por los historiadores del arte como una alegoría de las emisiones nocturnas.