Tríptico con la Adoración de los Magos – Andrea Mantegna

Tríptico con la Adoración de los Magos   Andrea Mantegna

Andrea Mantegna es una artista, en cuyas pinturas ya varias décadas antes de que comenzara el Alto Renacimiento, se sintieron los pasos de este poderoso arte. El tríptico fue encargado por la margrave Ludoviko Gonzaga para una capilla en el palacio de su familia en Mantua. La miniatura de la imagen del altar, la abundancia de maravillosos detalles característicos del arte del Renacimiento temprano, se combinan con el poder y la monumentalidad que ya eran inherentes a la siguiente etapa de la pintura italiana.

Como resultado, el pequeño y pintoresco altar produce la misma impresión que las pinturas murales de Mantegna en el Palacio Gonzaga. Y al mismo tiempo, el tríptico que quiero considerar, como una joya de una caja. En la parte central del artista se presentó la escena de la adoración de los magos: entre el tan amado paisaje rocoso se mueve una larga procesión de personas en lujosas túnicas.

Van a adorar al infante, que está sentado en el regazo de María. Los ángeles flotan alrededor.

La seca y brillante letra de Mantegna hace que la imagen brille literalmente, también debido al “aire” especial en las imágenes: completamente transparente, adelgazado, que solo es alto en las montañas. Por lo tanto, en el mundo creado por la artista, puedes ver todo: el camino que se aleja y el castillo de luz al que conduce, y la lana de camello, las hierbas duras y los finos hilos dorados con los que está impregnada la ropa. Y al mismo tiempo, el escenario se puede imaginar como un coro de larga duración.

Mantegna lo sabía y, para mejorar el efecto de la monumentalidad representada, lo escribió en una superficie cóncava.

En la escena “Circuncisión”, el artista escribió cuidadosamente el adorno de la pared, las composiciones en lunetas: “El sacrificio de Isaac” y “Moisés, presentando las tablas del Testamento a la gente”, una cesta con palomas en la mano de José, una bandeja con accesorios para la circuncisión, que el niño extiende al sumo sacerdote. La imagen del pequeño Juan el Bautista, que se chupa el dedo, sosteniendo un panecillo mordido en la otra mano, es conmovedora. Toda esta escena detallada sería adecuada para un gran mural. Y solo en la tercera composición, “Ascensión”, casi no hay detalles cuidadosamente representados, es más austero y más poderoso, nuevamente tiene un paisaje pedregoso, e incluso la nube sobre la cual Cristo se encuentra, parece tallada en mármol.

Pero, como antes, los sentimientos de los personajes se transmiten sutilmente: el asombro y la esperanza de María y los apóstoles.

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