El artista transmite aquí la costumbre de la boda en la provincia de Moscú. Invierno helado el domingo. Calle del pueblo con casas de troncos, siluetas negras de abedules, niños jugando. Una alegre procesión de bodas se mueve a lo largo de la calle.
Por delante de los casamenteros bailando apasionadamente, por lo que expresan su alegría por la boda bien coordinada. Las faldas se ciernen alrededor de las piernas, el baile se acompaña de gestos con las manos.
Detrás de la casamentera, una campesina los toca alegremente con una pandereta, e incluso más lejos, el armónico estira furiosamente las pieles de armónica. Les siguen una novia y un novio más equilibrados, invitados ligeramente borrachos. La imagen es muy realista, vital.
Provoca un estado de ánimo alegre, sensación de un día vigoroso, helado.