El verano Casa en la colina, el milagro de las nubes de la tarde. Ancho, descendiendo desde el callejón de la colina. En el borde derecho de su pista se ilumina en un giro suave.
Dos figuras femeninas se deslizan silenciosamente en el crepúsculo. Numbosos arbustos de rosas blancas rodean el monumento al “dios del amor” dormido: en un pedestal alto, un pequeño Cupido duerme mientras está de pie, apoyado en una urna blanca.
El borde brillante del cielo y un rosal reflejaban un estanque espejo. Se suponía que el panel debía estar en la noche, enfriándose, en una gama de plata azulada. Niebla azul ceniza sobre los verdes prados.
El color es como una melodía tranquila de una melodía de cuento de hadas familiar, donde “un sueño caminaba por la orilla, un sueño por la pradera…”.