En París, Van Gogh pinta paisajes exclusivamente de la naturaleza. Las orillas del Sena atrajeron a artistas impresionistas y proporcionaron un número infinito de motivos para pinturas de paisajes. En esta foto de 1887, Van Gogh pinta un río en un área remota del bullicio de la ciudad.
Para enfatizar la amplitud del espacio vacante, el artista hace que la composición se abra, solo que hacia la izquierda, limitándola un poco con las hojas del árbol. El espectador tiene una vista amplia de la orilla opuesta del bosque y la superficie del agua del río. A primera vista, el paisaje parece desierto, solo un bote de remos solitario con una figura humana viola esta impresión.
El cuadro fue pintado de la vida, y el artista usó colores lo más naturales posible. Mostró la tarde cuando el sol comienza a moverse lentamente hacia el horizonte, coloreando el borde del cielo en colores cálidos. La orilla más alejada del río se oscurece gradualmente, y el color del agua se vuelve más espeso y frío.
Con la ayuda de amplios trazos libres, Van Gogh transmite ligeras ondas en la superficie del río.
La naturalidad y la facilidad de ejecución hacen que esta imagen sea muy fácil de leer. El autor pudo transmitir de manera confiable la atmósfera de una noche de verano en la orilla de un río lleno de los sonidos de un bosque, un suave murmullo de olas y frescor que brota del agua.