El grabado del artista Peter Bruegel “San Jerónimo” de la serie “Virtudes” representa al santo durante su estancia en el desierto sirio, donde Jerome estuvo expuesto a las tentaciones y tentaciones. El beato Jerónimo nació en una familia cristiana en la ciudad de Stridon. Para completar su educación, sus padres lo enviaron a Roma, donde estudió ciencias seculares.
El santo fue bautizado alrededor de 360 años ya en una edad madura. A mediados de la década de 370, San Jerónimo fue al este y vivió durante aproximadamente 5 años en un monasterio sirio, combinando el trabajo en las Sagradas Escrituras con severas hazañas ascéticas. En el desierto, los compañeros de Jerome tenían, en sus propias palabras, “solo escorpiones y bestias salvajes”.
Al igual que Francisco de Asís, Antonio el Grande y otros que profesaron un ascetismo austero en su vida diaria, experimentó vívidas alucinaciones sexuales y describió en una de sus cartas cómo tuvo que golpearse el pecho hasta que la fiebre lo liberó. Además, San Jerónimo estudió perfectamente las lenguas hebrea y caldea. En 386, Jerónimo se estableció en Belén. Fue seguido allí por la aristocrática romana Paula, a quien convirtió al cristianismo.
Ella fundó monasterios y monasterios, y fue aquí donde durante muchos años Jerome tradujo el Antiguo y el Nuevo Testamento al latín.
El eminente erudito de su tiempo, el Beato Jerónimo, dejó a la Iglesia una rica herencia escrita: escritos de obras dogmáticas-polémicas, morales-ascéticas, sobre la interpretación de las Sagradas Escrituras, obras históricas. Pero su principal proeza fue la traducción rehecha de los libros del Nuevo y Antiguo Testamento al latín. Su versión de la traducción llamada Vulgata fue proclamada once siglos después por el Concilio de Trento como el texto bíblico latino oficial.