Nacido en España, Jusepe de Ribera vivió la mayor parte de su vida en Italia, primero trabajando en Roma y luego en la corte real napolitana. Su obra estuvo fuertemente influenciada por la pintura de Caravaggio, con sus contrastes de luz y sombra, así como por los personajes, como si vinieran de la calle, pero a la vez llenos de grandeza y belleza natural.
La escena representada en esta imagen de la escena del compromiso de Santa Catalina con Cristo está iluminada por un brillante destello de luz que arrebata a los protagonistas de la penumbra.
Tal técnica, como las cortinas que se encuentran en grandes pliegues sueltos, le da a la obra un toque de teatralidad, a la que los pintores barrocos se inclinaban. Y al mismo tiempo, este trabajo está lleno de emociones humanas vivas: la Madre de Dios inclinó su cabeza al infante con suavidad y ansiedad. Santa Catalina, con temblor espiritual, le besó la mano. Los rostros de Santa Catalina y la Madre de Dios, así como sus movimientos, son hermosos y tiernos, pero al mismo tiempo reservados.
La severidad y el sentimentalismo fueron rasgos distintivos del trabajo de la mayoría de los artistas españoles de la época.