Otro lado poético de la naturaleza rusa son los paisajes otoñales. Se cree que el otoño en el lienzo, así como el atardecer, es muy difícil de estropear, los colores brillantes de los árboles siempre se verán estéticamente agradables y lujosos. Igor Grabar no pasó por alto esta época del año.
Su pintura “Ryabinka” es inusualmente colorida.
El color central de la obra es rojo saturado: el artista ha representado las hojas y los grupos de ceniza de montaña. Tonos de acento brillante color amarillo espeso, que encarnan el largo follaje de abedul, listo para despojarse de este hermoso atuendo. El fondo es excepcionalmente pintoresco, es un césped verde con tierra marrón asomada, campos amarillos en la distancia y un cielo de otoño blanco y azul en calma.
Maestro juega delicadamente con los colores y sus combinaciones.
La técnica de pintar una imagen también es bastante notable: trazos largos y confiados, combinaciones contrastantes, encarnaciones tridimensionales realistas de los elementos. El trabajo debe atribuirse al postimpresionismo: esta imagen no es una impresión momentánea, sino una reflexión contemplativa sobre el estado a largo plazo del mundo circundante, encarnado en un lienzo. La composición de la obra es bastante simple y “dispersa”: árboles colocados libremente, un fondo escénico claro, colores brillantes que permiten disfrutar plenamente del paisaje presentado.
Sin embargo, a pesar de la construcción libre, el trabajo se percibe de manera muy completa y armoniosa. Igor Grabar creó con su mano talentosa otra oda lírica a la belleza, la gracia y el esplendor de los poros de otoño.