Pollock “cancelado” la pintura de caballete. Fue un intento de repensar radicalmente la obra tradicional del pintor. El maestro ahora no necesitaba pararse frente al lienzo, cuidando la “expresión” de la realidad.
Pollock dijo “no” argumento, figurativo ™ y en general visual. Extendió enormes lienzos en el piso y, “apagando” la mente, “entró en escena”, se convirtió en uno con ella, casi literalmente. El “ritmo del otoño”, con su fascinante entretejido de líneas de colores, con su transparencia y profundidad parpadeantes, es el ejemplo más claro de la nueva estética proclamada por el artista estadounidense.
Tales imágenes fueron interpretadas de manera diferente. Algunos los llamaron “tonterías”, otros vieron en ellos el desarrollo de las tradiciones establecidas por Picasso y Kandinsky, otros encontraron en ellos el nacimiento del “gran estilo de un gran país”, la encarnación de su fuerza, libertad y alcance. Pero el problema de la “comprensión” permanece.
El arte no vive en el vacío, requiere simpatía, una respuesta. Pregunta: ¿Cómo “entender” tal creatividad? El “ritmo de otoño” indudablemente fascina, como si atrajera al espectador hacia sí mismo, atrae con su extraña música.
Y esta ya es la respuesta a la pregunta.
Las imágenes de Pollock ayudan a una persona a descubrir dentro de sí un secreto, cerrado por la conciencia diurna y, por lo tanto, no requiere un “entendimiento” tradicional; se abren solo al nivel de este “subterráneo” espiritual, viviendo su vida en cada uno de nosotros.