Pintura del pintor español El Greco “Retrato de un monje Ortencio Paravisino”. El tamaño del cuadro es de 112 x 86 cm, óleo sobre lienzo. Entre las imágenes de los santos El Greco y su obra de retrato no siempre hay una línea fundamental nítida.
Y en el retrato, el artista, a través del afilado subjetivo de ciertos rasgos de carácter, ahora apasionadamente impetuoso, ahora más profundamente contemplativo, buscó revelar el mundo interior espiritualizado de la personalidad humana.
Sin embargo, si la interpretación de las imágenes de los santos, cada una de las cuales más a menudo representa uno de estos tipos de caracteres, se distingue por una cierta uniformidad, entonces en el retrato se enriquece con matices sutiles y complejos. La especificidad del género en sí, asociada con la representación de una individualidad humana particular, tiene un efecto significativo aquí.
Los retratos de Greco son mucho más vitales. No todos ellos son equivalentes. En algunos de ellos, el ideal está dominado por la imagen de un noble de su tiempo erigido por el maestro en el marco de una especie de canon. En otros, la percepción subjetiva conduce a una distorsión de la naturaleza. Pero en los mejores retratos de Greco, cuando la dirección misma de su interpretación coincide con la esencia interna de las personas representadas, el artista logra una gran expresividad psicológica y, de hecho, real.
Un poco de tristeza especial avivó la imagen en el retrato de un desconocido en el Prado. Todo se oculta, se extingue en esta cara demacrada y estrecha, y solo los hermosos ojos tristes están llenos de brillo húmedo y su mirada, sorprendiendo en su agitación emocional, como si reflejara en sí mismo un complejo movimiento espiritual.
La noble intelectualidad de la apariencia se subraya en el retrato del poeta-místico, amigo y admirador de Greco, el monje Ortencio Paravisino. Tiene una cara móvil, enfermiza, una postura relajada, un gesto vivo de manos nerviosas. El artista logró crear una imagen muy limpia y brillante de Ortencio Paravisino.
Su espiritualidad se combina perfectamente con un estilo de pintura excepcionalmente libre basado en una combinación de puntos blancos y negros. Los mejores retratos de El Greco están marcados por el apasionado interés del artista por la vida intensa del espíritu humano. Esta cualidad fue un gran logro objetivo del pintor español.