En “El retrato de la condesa V. V. Musina-Pushkina”, Serov encarnó la imagen de una mujer de la alta sociedad, como si observara de forma un tanto distante los acontecimientos que tienen lugar en la “tierra”.
El artista concentró toda su atención en la mirada del modelo, animado, abierto, pero expresando su renuencia a compartir sus secretos con los demás. Incluso si la condesa tiene emociones espontáneas, las enfrentará con la compostura aristocrática y la imparcialidad sin darle una mirada.
El uso de pasteles en la pintura permitió a Serov lograr una sensación de transparencia, ingravidez y hacer que la imagen sea mate.
La linealidad estricta de los objetos circundantes se suaviza mediante el uso exitoso de un elegante adorno, que sirve de fondo para el retrato, y “juntó” el espacio de la imagen; Además, este patrón intrincado, que se asemeja a un patrón de nieve, enfatiza la frescura y la pureza de la cara joven.
La composición “recortada” no es muy diferente de la foto, con el mismo efecto de la realidad congelada.