Sin lugar a dudas, Murillo podría, como Velásquez, convertirse en un brillante pintor de retratos. La confirmación de esto lo encontramos en su autorretrato, con fecha de 1672-75 años, donde demostró ser un destacado maestro del retrato. Sin embargo, este género, al parecer, no le atrajo demasiado.
Sólo quedaba un número muy pequeño de retratos pertenecientes a su mano.
Aquí se presentan “Retrato de un joven en gris” y “Retrato de un caballero desconocido”, aprox. 1670 pertenecen en el tiempo a estos retratos raros. Es posible que la renuencia de Murillo a ocupar el cargo de pintor de la corte, sugiriendo una apelación frecuente al género del retrato, se debió precisamente a su disgusto por este último.
No ha sobrevivido ni un solo retrato de ningún miembro de la familia del artista, pero se puede suponer que a menudo daba a los héroes de sus lienzos religiosos un parecido con los de su hogar.