En sus obras posteriores, revela la imagen de un hombre a través del prisma de toda su vida. Sintetizando, el artista barre lo accidental, no solo en la apariencia externa de la persona que está siendo retratada, sino también en su mundo interior: experiencias inusitadas, un estado mental transitorio.
“Retrato de un anciano en rojo”: uno de los mejores retratos de la década de 1650. El hombre ha recorrido un camino de vida largo y difícil. En la cara: rastros de preocupaciones y pensamientos reflexivos, la frente excavada en las arrugas profundas, fatiga visible en la mirada pensativa, grandes y nudosas manos descansan pesadamente sobre sus rodillas. Pero toda la mirada de un anciano respira una tremenda fuerza interior, un poder espiritual.
Es por eso que el retrato en algún momento fue considerado una imagen del antiguo sabio griego Zenón.
Ante nosotros hay una persona de experiencia de vida sabia que ha absorbido la vida de muchas personas, de generaciones enteras. La expresividad de la imagen es creada por medios extremadamente simples, a primera vista, significa: una declaración simétrica de la figura, enmarcada por un amplio rectángulo de la silla, grandes pliegues de la ropa del anciano que caen libremente, su calma externa. Tal concisión contribuye mucho a la impresión de monumentalidad.
Pero la verdadera riqueza y flexibilidad del lenguaje artístico de Rembrandt se revela de manera pictórica, en el uso de la luz.
Las pinturas se colocan en trazos libres amplios, gruesos en lugares iluminados y delgados, transparentes en las sombras. La luz, que cae sobre una superficie tan colorida, se aplasta, la imagen parece estar rodeada por un entorno de luz y aire vibrante. El rostro del anciano parece estar vivo, cambiante, como si irradiara luz.
Los últimos retratos de Rembrandt están imbuidos de la emoción de la vida, la calma externa representada infinitamente lejos de la rigidez inmóvil. Rembrandt representa a la misma persona que está en el lienzo del Hermitage en un boceto del retrato de 1652 de la National Gallery de Londres. “Retrato de un anciano en rojo” ingresó al Hermitage en 1769 de la colección del Conde Bruhl en Dresde.