Al dibujar retratos y figuras, Van Gogh vio una manera bastante segura de mejorar la calidad de su trabajo. Inicialmente, este género no fue fácil para él, pero, al esforzarse por lograr una precisión de retrato, para una transferencia sutil de personaje, Van Gogh mejoró sus habilidades cada vez más.
Durante su estancia en Arles, se hizo amigo de la pareja Roulin. Vivían no lejos de la casa amarilla, y el artista era su invitado frecuente. En 1888, decidió dibujar retratos de todos los miembros de la familia Roulin: José, su esposa y tres hijos.
Todos ellos tenían rasgos faciales muy distintivos, y Van Gogh estaba interesado en transmitir individualidad en cada retrato. En total, se escribieron más de una veintena de obras, incluido este retrato, en el que se pintó Camille, de once años.
Van Gogh pintó su fondo amarillo. El color amarillo era para el artista un símbolo de la vida y el sol. La cara de Camille con rasgos suaves de bebé también está pintada en tonos de amarillo. Sólo los ojos azules del niño se destacan en este contexto.
La composición y el esquema de color del retrato están construidos de tal manera que la mirada del espectador, al mirar la imagen, vuelve constantemente a estos ojos azules claros, mirando confusamente hacia abajo. Otro acento de color brillante es creado por una boina masiva en la cabeza del niño.