El trabajo artístico de Viktor Chernovolenko está estrechamente relacionado con su creatividad musical. Sin conocer las notas, pero con un oído fenomenal, podía pasar horas improvisando al piano, uniendo al intérprete y al compositor en una sola persona. A menudo, después de mostrar sus obras al público, el artista se sentó al piano y comenzó a improvisar.
“Requiem”, la última imagen de Viktor Chernovolenko, es una especie de encarnación de la música de las esferas en color. Está dividido en dos partes desiguales por un semicírculo en zigzag. La parte superior es un espacio azul-azul con puntos dorados brillantes conectados por las líneas más finas.
En el centro: una cortina transparente y liviana, tejida con líneas de puntos de color marrón dorado. Apenas toca la parte densa del semicírculo; en la parte superior de la imagen, la hoz dorada de la luna, algo alargada, brilla… La armonía y la serenidad del infinito provienen del mundo de las estrellas eternas; Las campanas de cristal invisibles vuelven a llamar al universo.
En la segunda parte de la imagen, más allá del arco sinuoso, se abre otro mundo, el mundo de la música, el ritmo y la vida de otra dimensión. Aquí todo es diferente: colores, configuraciones de capas densas, cristales de fuego, líneas doradas curvas que perforan la capa superior y perforan los cristales de las llamas… La música de las esferas suena poderosa. Los acordes y melodías son únicos. Ellos llenan todo a su alrededor.
En el flujo y el ritmo del sonido, se recuerda a las notas la intención de la partida del artista del plano terrenal.
La pintura “Requiem” se convirtió en su “canción de cisne”. El dieciséis de octubre de mil novecientos setenta y dos, a las siete y media de la mañana, abandonó el plano terrenal.