Al familiarizarse con las obras de los impresionistas, Van Gogh llegó a la conclusión de que el arte del grabado japonés podría haber influido en los cambios que se habían producido en el arte. El artista admiró cómo los japoneses pintan, con rapidez y claridad, como los rayos. En su opinión, esto se debía a que percibían todo lo que estaba sucediendo más agudamente, pero al mismo tiempo, no había ningún alboroto o confusión habitual en sus pensamientos y sentimientos.
Van Gogh quería lograr la misma velocidad en su trabajo, y lo logró: durante su corta carrera, creó una gran cantidad de pinturas.
En el verano de 1887, Van Gogh hizo varias copias de los grabados de madera del famoso artista japonés Hiroshige. Las obras de Hiroshige le causaron verdadera admiración. Al copiar “El puente a la lluvia”, el artista cambia ligeramente los colores originales, haciéndolos más jugosos y ricos. Así que realza la impresión de combinaciones de contrastes brillantes.
Además, se apartó del original, bordeando la imagen con un marco verde decorativo. Para su decoración, utilizó jeroglíficos rojos, tomados arbitrariamente de otros grabados. Gracias a todos estos matices, Van Gogh evitó la reproducción precisa del grabado añadiendo un poco de su propia percepción a la obra.