El director de la escuela de pintura de Umbría y el profesor de Rafael Pietro Perugino crearon pinturas en las que, por ejemplo, en la presentada, hay un silencio especial. La palabra “Piedad”, que en italiano significa “compasión, lástima”, en pintura y escultura llama la escena del luto por la Virgen María del Cristo muerto, que yace en su regazo.
La imagen está dominada por dos líneas de composición mutuamente equilibradas: el cuerpo alargado y los arcos semicirculares del Salvador, que hacen eco de la forma de María con sus contornos. El arco, un símbolo de la bóveda celestial y la armonía mundial, ya introduce en su composición un sentimiento que enfatiza que el sacrificio de Cristo no fue en vano.
En Su rostro, la paz de Nuestra Señora, profundo anhelo, que no encuentra una salida, y en los rostros de Juan el Evangelista y el santo que está detrás de él, una expresión que puede definirse con la línea clásica “mi dolor es brillante”. La tristeza y con ella la esperanza se sienten tanto en el paisaje primaveral en la distancia, como en el aire dorado que envuelve todo lo representado.