Todo el cuadro es muy bonito, espacioso, animado. En el centro hay un pequeño río tranquilo. El día es tan tranquilo y sin viento que no se nota ni la más mínima fluctuación del agua.
Todo el río se asemeja a un espejo continuo ligeramente cubierto de hojas caídas.
Los árboles muestran que el otoño ya ha llegado. Las hojas han adquirido tonalidades amarillo-rojas y lentamente comienzan a caer sobre la hierba todavía verde. Rubio, ligeramente inclinado sobre el río, el abedul ya llevaba puesto un traje dorado de otoño. Desde los árboles se puede ver el cielo azul ligeramente sombreado por nubes blancas.
Toda la naturaleza disfruta de los últimos días cálidos del otoño y trata de absorber lo más posible su belleza, inmediatez y sofisticación.
En toda esta belleza, el río me golpea más. Tan realista e incluso diría que está representado fotográficamente. Refleja toda la belleza del parque.
Orillas borrosas, hierba colgando, reflejo de árboles y arbustos y un pedazo de cielo brillante. Todo se describe con tanta precisión, de manera creíble y realista, que se asemeja a una imagen grande y moderna y ni siquiera cree que todo esté escrito con una mano humana sensible. No admirar esta imagen es imposible.