En la pintura noruega de los años ochenta del siglo XIX, el tema “infantil” es muy popular, la mayoría de las veces los artistas eligen los motivos de un niño enfermo, indigente o enfermo. Sin embargo, cuando en 1886 la pintura de Munch “Sick Child” se presentó en la exposición de otoño de los pintores Christiania, inesperadamente provocó una serie de críticas poco halagüeñas: el público artístico se indignó no por la elección del tema, sino por el método mismo de su realización en el lienzo. El estilo de pintura de Munch causó conmoción incluso entre los críticos que estaban familiarizados con los experimentos de los impresionistas franceses.
El artista muestra una textura muy original de la carta, completamente cubierta con pequeños rasguños, que aplicó con un cuchillo o espátula sobre la capa de pintura. Además, cada nueva capa contiene “baches” cada vez más intensos y profundos, lo que indica el estrés emocional cada vez mayor del autor en el proceso de trabajar en la imagen.
Si los críticos supieran acerca de las tragedias personales que Munch tuvo que soportar en su juventud, probablemente habrían tratado al autor de “El niño enfermo” de manera más humana y no lo habrían acusado de “dramatización física deliberada del motivo”. Después de referirse al tema de un niño que está desapareciendo de una enfermedad grave, el artista regresa mentalmente a un momento terrible, cuando su amada hermana Joanne Sophie, quien murió de tuberculosis en 1887, desapareció lentamente ante sus ojos.
Esta escena profundamente íntima y restringida se ejecuta en tonos grisáceos apagados. La piel pálida de la cara del paciente, enmarcada con el pelo rojizo, parece casi transparente sobre el fondo de una gran almohada blanca. El vestido de la niña y la capa en su regazo refuerzan el sonido “pasivo” de la imagen.
La figura tristemente doblada en un vestido oscuro casi se fusiona con el fondo, simbolizando la muerte y el marchitamiento.
De las últimas obras de Munch, este lienzo se distingue por su compromiso con el realismo, aunque aquí también hay un notable interés en los sentimientos internos de la persona, y no en su apariencia.