Rousseau tiene varios retratos de niños extraños, los niños se ven casi siniestros en ellos. Sus cuerpos son anormalmente grandes, y su expresión es pensativa y sombría, que contrasta marcadamente con muñecas o juguetes que las modelos sostienen en sus manos.
Un buen ejemplo de este tipo de trabajo de Rousseau es el cuadro “Un niño con una muñeca”. La niña representada en él frunce el ceño ante los ojos del espectador, agarrando una muñeca para sí misma. Pero la muñeca aquí no es como una muñeca; ella parece ser una adulta indefensa que ha caído bajo el poder de un niño infernal.
La composición de los retratos “infantiles” de Rousseau parece igualmente extraña y misteriosa. Así, por ejemplo, en el trabajo “El niño en las rocas”, un niño enorme es “atado” a la cima de la montaña. Además, el espectador aquí no deja la sensación de que el héroe de la imagen está muerto.