El final del siglo XIX fue un período de muchas naturalezas muertas, cada una de las cuales es única. El artista se apartó por completo de los clásicos y de las reglas. Uno puede ver la falta de consideración completa, la trama aleatoria se desplaza de inmediato al lienzo. Se presta total atención a los objetos, al juego de luces y sombras.
En el primer plano hay una jarra brillante, y delante hay un plato lleno de varias frutas.
La mesa está cubierta con un mantel de color lechoso, en cuyo tono hay un plato, como si se fusionara con una jarra. En la mesa, aparte de todas las frutas, hay frutas exóticas que difieren en color de las peras escritas de manera apetitosa. La imagen se representa con una combinación pronunciada de contraste de color.
Las peras amarillas que se encuentran en un plato se destacan claramente contra el fondo frío de la mesa.
El artista subraya muy sutilmente los volúmenes, las sombras, el deslumbramiento, los reflejos. Todas estas pequeñas cosas están muy bien desarrolladas por el autor. Parece ser objetos simples, presentados en una simplicidad extraordinaria y, junto con él, en belleza. La fruta es un punto brillante en este trabajo. Gauguin habla de una actitud sincera hacia el trabajo, no llama a copiar la naturaleza, sino a la pintura, como expresión de pensamiento.
Describe una naturaleza muerta más profunda que las frutas en una mesa.
Sin embargo, el artista en la imagen muestra su arte, la capacidad de crear. Al describir los bodegones, puso su sueño en pinturas, cambió a un juego de color, a la percepción del mundo como una imagen completa.