En Arles, Van Gogh comienza a buscar nuevos estilos y medios de expresión. En cada trabajo, agrega algo nuevo, gracias a lo cual las imágenes difieren mucho en estilos y técnicas. Esto también se aplica a los bodegones.
Las obras de Arles en este género se distinguen por una vívida manifestación de la individualidad del autor, cada vez que encuentran algo nuevo en la naturaleza.
Este bodegón, escrito a principios de 1888, se distingue por su efecto decorativo y se asemeja a un colorido mural. El autor hace del centro de la composición un enorme jarrón de mayólica con un exuberante ramo de flores silvestres. El autor organiza armoniosamente los elementos en la mesa, centrándose en tres naranjas brillantes.
Para agregar elementos horizontales, coloca una flor grande sobre la mesa.
El color principal de la imagen, amarillo, contrasta con los tonos azules de las flores silvestres. Pero este contraste no es tan brillante como en las naturalezas muertas del período de París. La imagen está diseñada en tonos relativamente tranquilos, pero, sin embargo, parece bastante colorida y alegre.
El autor no modela los volúmenes de objetos, haciéndolos planos, y enfatiza sus contornos expresados en contornos oscuros. La decoración del lienzo se apoya en un adorno de platos claramente delineado. El autor parece admirar la belleza y la elegancia de los objetos simples, transmitiendo una combinación armoniosa de sus formas y colores.