El mayor maestro de la naturaleza muerta holandesa del primer período fue Willem Kheda, que trabajó en Haarlem. Su motivo favorito, repetido en muchas obras, es el llamado desayuno, es decir, la imagen de una mesa puesta sobre la que se coloca un plato con pan o pastel, una taza de plata o estaño, una copa de cristal, platos y cuchillos. Esta imagen muestra todos los artículos mencionados y además de ellos varias conchas de ostras y una cáscara de huevo.
El artista pinta un cuadro muy común con aquellos productos y platos que se pueden ver en la mesa de un ciudadano holandés. Sin embargo, la simplicidad del motivo es solo una apariencia engañosa, detrás de la cual siempre hay un significado alegórico. El realismo más extremo en el bodegón del siglo XVII se combina naturalmente con la alegoría.
Y cuanto más verazmente se representaron los objetos, más interesante para el espectador se convirtió en el misterio de su simbolismo.
A principios de siglo, se formó un extenso diccionario de alegorías en los Países Bajos, familiar para cada persona educada. Con su ayuda, él mismo podría interpretar las imágenes de la naturaleza muerta. Muy a menudo, las conchas abiertas eran un signo del engaño de los placeres carnales.
Los vasos de vidrio o cristal simbolizaban la fragilidad de la existencia terrenal, y la bebida que quedaba en el recipiente no acababa con la vida que se había vivido. El pan y el vino tinto recordaban el sacrificio expiatorio de Cristo, el huevo era percibido como un símbolo de la Resurrección, y la cáscara vacía significaba la debilidad de un cuerpo sin alma.