Loro… Un pájaro, como si hubiera sido creado para complacer al ojo, para entretener y entretener a los espectadores con la imitación del habla humana, un milagro en el extranjero. ¡Y qué impactante es la imagen de un loro muerto, y ni siquiera uno! Eso es lo que Paul Gauguin decidió en una de las naturalezas muertas del período polinesio de la creatividad.
Los colores brillantes pueden mirar ciegamente por un momento, pero cuando miras de cerca, temblarás involuntariamente. Tres loros muertos yacen sobre la mesa. Su plumaje brillante y multicolor en sintonía con la quietud, el adormecimiento de las aves muertas.
Junto a ellos, un cepillo de bayas rojas es arrojado por una mano descuidada, como si fuera ceniza de montaña o viburno rusos, aunque, por supuesto, esto está excluido.
También en el borde de la mesa, como para mejorar el contraste de la percepción, descansa una flor exótica de color amarillo-rojo. Otra flor está bordada en el mantel que cubre la mesa. A un lado ya la derecha hay un plato determinado, cubierto con una tapa, y que allí, debajo de él, solo se puede adivinar.
Y en el centro, una especie de altar, el santuario en forma de una figura femenina sentada en posición de loto.
Incluso es posible que las aves desafortunadas fueran sacrificadas a esta deidad papua. Gauguin no olvidó atribuir la imagen, señalando el fondo de sí mismo y el año – 1908.