Un trabajo parecido al dibujo infantil muestra a cinco personas de edad incierta. Uno de ellos toca el violín, el otro, sentados uno al lado del otro, en algún tipo de instrumento de viento, los otros tres se sentaron al lado de los jugadores.
El cielo en la imagen es azul intenso, los árboles son verdes brillantes, los cuerpos de las personas son rojos. La solución de la imagen es típica de Matisse: con la ayuda del contraste de los planos de colores puros de considerable tamaño y volumen, nacen nuevas “notas”, que reemplazan toda la gama de colores. El color en sí, en general, es la trama directa de la obra.
Curiosamente, el propio Matisse considera retratos de su vocación. La similitud real no tenía ningún significado para el maestro: la imagen de una persona se transmitía a través del ritmo interno que sentía el artista, quien, sin duda, es muy individual.
En diferentes periodos de creatividad, Matisse usó las técnicas del cubismo, regresó nuevamente al Fauvismo, a los gráficos clásicos, a las aplicaciones hechas con papel de color y a la escultura de bronce. El principio artístico principal en sus obras siempre ha sido la expresividad única creada por la disposición decorativa de ciertos objetos, que conlleva la tarea de transmitir un estado de ánimo particular del maestro, sintiendo a través del color, concentrado en el lienzo. Todo esto da a la creación de Matisse originalidad y reconocimiento.