El momento, “arrancado” de la vida del personaje, ¿que puede decirle al espectador? Poco, justo lo que vemos es una mujer joven, una hermosa rubia con rasgos delgados regulares y labios brillantes, representada durmiendo.
Sin embargo, ¿qué nos impide pensar lo que sucedió antes de que la niña se durmiera? Tal vez ella solo llegó a casa cansada, bebió leche y se fue a la cama. O tal vez, antes de acostarse, ella lloró mucho, preguntándose cómo debería tratar su vida aún más.
Este es el gran poder del arte: todos ven en la imagen lo que a él le gustaría encontrar en él. El arte del maestro no está en la perfección técnica, sino en la capacidad de transmitir sentimientos por medios simples.
Esta imagen es una vívida encarnación de este postulado. Solo vemos el rostro de la niña, ni un indicio de quién es ella y por qué se la representa durmiendo. Solo podemos juzgarla por los datos que nos ha proporcionado la artista: es posible determinar solo su edad, el color del cabello y el atractivo visual, y un fragmento de rojo, no la ropa, ni la cubierta.
Pero es precisamente esta limitación de la avaricia de los datos artísticos lo que nos permite dibujar en nuestra mente la imagen que falta de la vida del personaje del lienzo.