Algunas de sus pinturas asociadas con la imagen del Volga, son verdaderamente ambiciosas, épicas. En primer lugar, estos son los lienzos de los años 1870-1871, en los que el gran río es, por así decirlo, la personificación de una Rusia “miserable y abundante, oprimida y todopoderosa”.
En una de estas obras, la extensión de un río profundo, la distancia Trans-Volzhsky, vista desde un punto de vista de un pájaro, pide al espectador que se impregne de un espíritu libre, una sensación de plenitud de vitalidad.
En otros, la belleza de la naturaleza se ve ensombrecida por la memoria ineludible de la parte esclava de la gente, y en la “música” de las obras de Savrasov, se escucha un prolongado gemido de la banda burlatsky, que tira de la barcaza; la oscuridad de un cielo tormentoso se espesa sobre el Volga.