El tema de la madre y el niño, Mary Cassat desarrolló toda su vida. La artista prácticamente ha agotado sus posibilidades psicológicas y de composición, por lo que no deja a sus contemporáneos la oportunidad de encontrar al menos un “rincón y rincón” de este tema, que ella no habría cubierto.
Sin embargo, nadie, al parecer, estaba buscando estos rincones, ya que el tema de la madre y el niño parecía anticuado y aburrido. Sí, todos admitieron que durante muchos siglos toda la pintura europea se mantuvo en este tema, pero los ataques más cayeron en la cabeza de Cassat. Fue acusada de profanar esta gran idea religiosa, dándole un “encanto vulgar burgués”.
Sin embargo, es extraño que fuera ella quien mereciera estas acusaciones, y no esos cientos de artistas que escribieron escenas de hojalata con bebés regordetes y madres con todo el pecho, usando la misma plantilla.
Kassat, a diferencia de ellos, construyó cada uno de sus trabajos sobre la base de observaciones profundas, luchando a través de las posturas, gestos y puntos de vista de sus héroes con la mayor precisión posible para transmitir todas las alegrías y tristezas de la maternidad y para captar la conexión espiritual invisible entre madre e hijo. Su madre y sus pasteles infantiles, mostrados por primera vez en la exposición de Nueva York en 1895, son sorprendentes por su naturalidad majestuosa. La cabeza inclinada de la madre, con las manos envolviendo al niño con suavidad y firmeza, ¿es esto la profanación de la idea, su saturación con el “encanto vulgar burgués”? El fondo azul oscuro alarmante, en el que están escritas las figuras de la madre y el niño, subraya la indefensión del niño y la actitud protectora de la madre.
Infundido con aire y pastel claro “Mujeres admirando a un niño”, 1897.
Con gran habilidad el artista pinta aquí el rostro de la madre. Es casi invisible, y aún así Cassat sabe cómo mostrarle una sonrisa feliz. De lo contrario, decide su composición anterior: “Madre e hijo en un carro”.
Aquí, la autora está más interesada no en la conexión psicológica entre una mujer y su pequeña hija, sino en el contraste creado por el vecindario de una mujer madura y una niña regordeta.